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Suka, historia real de una perrita en adopción

Todos tenemos un pasado, Suka también lo tiene, te invito a conocerlo, es enternecedor.

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La vida de Suka, un perro en adopción

Suka era una perrita rural, mestiza, de pelo corto y negro. Su hocico, según los humanos, era de una tal Chihuahua y su cuerpo al parecer de alguien llamado Ratonero. Ella nunca se lo creyó.

Su hocico era suyo al igual que su cuerpo, le costaba entender esas horribles comparaciones con animales en forma de ratón y de nombres impronunciables. 

La llegada al mundo 

Nacer la última en una enorme caja de cartón situada en un corral, le hizo ser la más joven de cuatro hermanos a pesar de compartir todos el día de cumpleaños. No recordaba si fue por cortesía pero dio paso a sus parientes uno a uno hasta quedar la última en llegar a eso que llaman vivir.

Los que le antecedieron fueron tres perritos macho. Ella era la única hembra de la camada y prefería mostrarse al margen de las tropelías de esos seres peludos y brutos que no le dejaban practicar una de sus aficiones favoritas: dormir.

La hora de comer se antojaba de la misma manera, complicada. A penas le permitían dar unos cuántos sorbos de leche, querían todo para ellos.

Por fortuna, su madre imponía orden y jerarquía distribuyendo de la mejor manera posible los biberones que llevaba adosados a su pecho, tratando de que todos recibieran su ración de comida.

A pesar de los esfuerzos por parte de su madre, Suka, se iba quedando la más pequeña  y débil de la camada. 

El destete

La vida sumaba días al igual que los cachorros centímetros y gramos. Los humanos, amos de su madre, pronto vieron a esos angelitos como diablillos y decidieron desprenderse de ellos lo antes posible para recortar gastos en su manutención. 

Habían pasado ya dos meses y los cachorros iban probando sobras de comida adornadas con pienso seco, sin duda se acercaba el momento del destete. 

Comer para vivir

Poco a poco su madre les fue reduciendo tomas y Suka se vio obligada a alimentarse de esa horrible comida si no quería morir de inanición.

Por otro lado, su bebida pasó de ser la cálida y dulce leche recién creada para ella, al insípido agua que tanto ella como sus hermanos, recibían en una vieja lata de sardinas. El agua no se renovaba a menos que se gastara.

La adopción

La vida transcurría con las penurias de la hambruna perruna y mirando con envidia a los gorriones que entraban y salían volando del corral.

Un gran día unas manos poderosas que no eran conocidas, aferraron su cuerpecito con firmeza, levantándolo del suelo. La finalidad era sacarle del corral donde permanecía cautiva como una princesa de cuento.

Los tres cachorros restantes la miraron con recelo ¿Por qué elegían a ese perra aburrida, enclenque y de color tizón? La respuesta era sencilla, buscaban un cachorro de pequeño tamaño.

Primer adiós

Suka en brazos, esperando un nuevo dueño.
Suka en brazos, esperando un nuevo dueño.

En brazos abandonó aquél corral. Lo último que hizo fue mirar a los ojos a sus hermanos para mandarles un mensaje: ¡ahí os quedáis!

A su madre no pareció importarle su partida y simplemente se limitó a observar indiferente el suceso.

El viaje a casa

Suka nunca había viajado tan lejos. Aquellas enormes manos la introdujeron en un precioso transportín que olía a limpio y en cuya base se disponía una mullida colchoneta. Con el traqueteo y las emociones, pronto sucumbió al sueño.

La llegada

Al cesar el sonido del motor no pudo evitar despertar. Miró a través de la rejilla que marcaba la separación de ella y el mundo. Sintió de nuevo como esas enormes manos le hacían volar, por momentos creyó ser uno de esos gorriones que entraban a diario en el corral donde había nacido. 

Su destino fue una preciosa casa en la que esperaba paciente una humana anciana. A Suka la sacaron del transportín y la dejaron en el suelo. Presa de la emoción y el viaje, se hizo pis.

Su nueva dueña, lejos de reprenderla lo fregó para después regalarle una caricia fruto de la comprensión.

 Desde aquél momento formaron una pareja inseparable perro-humana.

El día a día

El hambre pasado por la anciana en su infancia en tiempos de guerra, le llevó a cebar a Suka convirtiéndola en una simpática croqueta quemada. 

Además, debido a la falta de movilidad fruto de la edad de su dueña, la perrita apenas recibía paseos, incrementándose su sobrepeso. Pese a todo, ambas eran felices.

Se colmaban de mimos y se daban mucha compañía la una a la otra protegiéndose emocionalmente contra la soledad.

La siesta era imperdonable para ambas, al igual que para la perrita ladrar cuando llamaba a la puerta algún intruso. Este hecho hizo de Suka un perro alarma eficaz.

Ruptura

Los momentos malos hacen aun mejores los buenos. El día que ingresaron a su dueña en una residencia después de un año de convivencia juntas, Suka se sintió perdida, aturdida, como si de alguna manera, hubiera vuelto al viejo corral, a beber nuevamente de aquella vieja lata oxidada de sardinas.  

Nadie quiso hacerse cargo de ella, y tras ser testigo de una discusión familiar, terminó con sus huesos en una perrera municipal.

La protectora

La protectora El Bosque la recogió y se hizo cargo de ella. Al tratarse de una perrita pequeña pronto podría tener una segunda oportunidad.

Pero los meses fueron sucediéndose sin que apareciera ningún nuevo dueño…

Suka al menos contaba con atención veterinaria y una familia de acogida, pero la situación comenzaba a ser dramática debido a su carácter afable.

Ella era una perrita casera y entre tantos perros pendientes de adopción, empezaba a sentirse una más perdiendo la exclusividad.

¡Al fin una llamada!

Un gran día la protectora recibió una llamada. Era de un matrimonio extranjero que se habían enamorado de ella por foto. 

Suka, con la misma emoción de un cachorro, fue introducida de nuevo en un transportín y voló por fin como aquellos gorriones del corral a su hogar definitivo en el que aún hoy es una perrita feliz.


¿Tienes perro o gato y lo has adoptado? Nos encantaría que nos dejaras un comentario con su historia.

Para adoptar un cachorrito, te aconsejo que visites el espacio de adopción que hemos creado.

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